- Una enfermedad que, tanto en el sentido más literal como en su sentido más amplio, hace caer el pelo a quien la padece. Puede afectar a casi todos los tejidos y órganos, ensañándose principalmente con los de rápido crecimiento, la piel, la laringe y sobre todo los ganglios linfáticos y las células sanguíneas. Quien la padece pierde el apetito y adelgaza, se le traba el habla y la marcha, ve afectados los nervios craneales y las meninges y no pocas veces la enfermedad lleva a una demencia precoz. Esta enfermedad a menudo se asocia con la tuberculosis y en este caso tiene un curso más grave.
- Es “una enfermedad especialmente temible porque corrompe el sexo”, una enfermedad que ensucia la más íntima y satisfactoria de las relaciones humanas, una enfermedad que ha envenenado el amor, pervierte la más noble de las funciones biológicas del hombre, la reproducción, y ha hecho que en vez de generar nueva vida, el sexo transmitiera enfermedad y muerte. En vez de generación, degeneración.
- Una enfermedad que ha sido conocida como la gran imitadora, ya que sus manifestaciones, más o menos floridas, pueden imitar cualquier otra enfermedad. Es, sin duda, la enfermedad que más ha engañado a los médicos.
- A pesar de los años que lleva corriendo por el mundo segando jóvenes existencias, a pesar de los ríos de tinta que se han vertido en su estudio, a pesar de lo mucho que se sabe de ella, todavía es más lo que se desconoce. Se discute todavía el lugar de origen: que si se ha originado en África, algunos sugirieron que proviene del mono, la mayoría opina que surgió en Haití, otros que no es una nueva enfermedad sino que siempre ha existido… pero parece estar fuera de duda que ha sido el hombre blanco quien la ha esparcido por doquier. A pesar de los incontables trabajos científicos de que ha sido objeto no se sabe tampoco como actúa, por qué mecanismo destruye el organismo. Su agente causal no se encuentra en la naturaleza más que en el hombre, no se consigue su reproducción in vitro.
- Su determinación serológica significó para muchos una sentencia de muerte, por lo que había quien aconsejaba hacer sólo la prueba para confirmar el diagnóstico, ya que una falsa positividad llenaba de oprobio, de miedo y comportaba un rechazo social. Se observó que daban falsos positivos las colagenosis (en especial el lupus eritematoso y la artritis reumatoidea), la mononucleosis infecciosa, la hepatitis, la lepra, también el embarazo, y el período que sigue a la vacunación contra la viruela. Enfermedades tropicales como el paludismo, la frambesia y la tripanosomiasis, la enfermedad del sueño dan muchas veces positivo, por lo que en los países donde estas enfermedades son endémicas (África) pueden dar positivo hasta el 50% de la población. El test, un prodigio de lógica aplicada al campo de la biología, se vio más tarde que no detectaba ni el agente causal ni los antígenos que su presencia pudiera despertar. A pesar de ello se sigue usando como medio para diagnosticar la infección.
- El tratamiento fue acorde a la máxima de “a grandes males, grandes remedios”. En una primera fase se intoxicó a los pobres enfermos con potentes venenos. En una segunda fase el veneno era menos potente pero debía ser administrado en docenas de dolorosísimas inyecciones semanales. Todo ello en el marco de una enfermedad vergonzante, adquirida por el pecado de la lascivia por lo que recibía su justo castigo.
- Dio pie a los sectores más puritanos y conservadores de la sociedad a un argumento disuasorio de las relaciones sexuales, especialmente entre adolescentes. Gracias a esta enfermedad los médicos sustituyeron a los curas en el papel moralizador. A este fin se reunía en congresos y conferencias, con todos los medios a su disposición para influir en la opinión pública, proclamando a los cuatro vientos que el mal constituía una amenaza de muerte de la humanidad entera. Se trabajó sobre todo con educadores en la formación sexual y se promovieron campañas para disuadir a la juventud de las actividades amorosas orientándolas hacia la práctica del deporte.
- Ni la comunidad científica, ni las autoridades sanitarias consideran que esta enfermedad tenga nada que ver con el SIDA.
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