Preguntas frecuentes
En estimular determinados puntos del cuerpo, descritos en su mayoría por los chinos desde la antigüedad. Esta estimulación puede realizarse con finas agujas de acero inoxidable, pero también mediante el calor que desprende la combustión de una hierba llamada artemisa, es la moxabustión, o simplemente con los dedos. La acupuntura, una buena alimentación, el ejercicio físico y la medicina de hierbas son los principales recursos terapéuticos de la medicina china.
Ésta es la principal aprehensión de quienes se plantean «probar» un tratamiento de acupuntura. Antes de la primera sesión, pocos pueden creer que atravesar la piel con agujas pueda no ser doloroso. Aunque actualmente las personas que acostumbran a visitar a un acupuntor lo hacen por recomendación, hasta que uno mismo no lo experimenta, no se lo cree.
Y es que las agujas de acupuntura nada tienen que ver con las agujas de coser, ni con las que se utilizan para las extracciones de sangre para las analíticas, ni con las de las inyecciones que durante muchos años han atemorizado desde la infancia; al no tener que extraer ni introducir ningún líquido, las agujas de acupuntura son mucho más finas, de una décima a una centésima más delgadas que las utilizadas en los hospitales, casi del grosor de un cabello: son sólidas, de acero, ligeramente flexibles y pensadas para deslizarse en el organismo sin lesionar los tejidos.
La sensación que provoca la inserción de agujas depende tanto de la habilidad del profesional como de la relajación del paciente, la cual, a su vez, depende de la confianza que éste tenga en el médico o en su arte. En buenas manos, la inserción de las agujas de acupuntura no suele ser más dolorosa que un ligero pellizco o una sensación de hormigueo, que desaparece rápidamente.
No obstante, también hay escuelas que manipulan mucho las agujas, porque consideran que la intensidad de la sensación es terapéutica por ella misma. Por esta razón, utilizan también agujas más gruesas.
La acupuntura es una arte diverso que, a lo largo del siglo XX, en la República Popular China, durante la Revolución Cultural, se quiso uniformar y, a imagen y semejanza de la nuestra, hacer de ella una medicina oficial poco propicia a las sutilidades, en la que la aguja se convierte en una herramienta terapéutica. En esta versión oficial de la medicina china, la aguja, como el medicamento occidental, es lo que cura. Por eso, se acostumbraban a manipular enérgicamente agujas más gruesas que, al ser de mala calidad y despuntadas por el uso repetido, ocasionaban un dolor difícil de soportar. Así pues, se entiende que en la República Popular China la acupuntura no tuviera la aceptación que tiene actualmente en Occidente. Y que una de las primeras objeciones que se hicieron a la posibilidad de aplicar aquí la acupuntura era la suposición de que los chinos tenían un dintel del dolor más alto que el de los occidentales, y que la sensibilidad de los ciudadanos de la sociedad del bienestar difícilmente podría tolerar esa especie de tortura.
En cambio, para algunas escuelas chinas y de otros países del Extremo Oriente, la acupuntura se utiliza para dinamizar el proceso de restauración interna, lo que provoca que el dolor no sólo sea innecesario, sino incluso contraproducente, ya que dificulta la relajación, que es la mejor condición para la efectividad del tratamiento. En Japón, por ejemplo, es más común la inserción de agujas mucho más finas y a poca profundidad. Aquí los resultados dependen sobre todo de la precisión y el acierto en la combinación de los puntos elegidos, así como del grado de relajación. El dolor es, pues, un elemento indeseable.
Por lo que se refiere a lo posibilidad de lesionar el organismo, es prácticamente descartable. Ni queriendo. En el aprendizaje de la acupuntura se estudia con detenimiento la exacta localización de los puntos, el ángulo y la profundidad de inserción de las agujas a fin de que, sin ser un experto en anatomía, no se lesione ninguna víscera ni vaso sanguíneo.
Varía de un paciente a otro, y de un punto a otro: distensión, calor, presión, hormigueo o una ligera molestia, que se puede extender en forma de corriente eléctrica; en ocasiones, el pinchazo es casi imperceptible. Se trata de una sensación desconocida provocada por el movimiento del qi, la cual, sea como sea, tiene poco que ver con el dolor.
Una vez introducidas las agujas, el paciente se queda solo y en silencio durante unos veinte minutos, tumbado sobre la camilla de una habitación confortable. No siente ningún tipo de dolor, sino más bien al contrario, las agujas inducen a un estado de profunda relajación; hay quien se duerme para despertar a los pocos minutos con las sensación de haber descansado mucho, aunque es más frecuente caer en un duermevela, una ensoñación durante la que se llega a perder la noción del tiempo. Este estado suele aparecer espontáneamente, aunque se puede facilitar centrando la mente en un escenario natural conocido, de manera que, al permanecer absorto en él, la mente queda en blanco.
Tal vez sea ésta la magia de la acupuntura: unas agujas tan finas colocadas de tal forma que en vez de doler, sanan.
Suele ser un prejuicio que se cura con acupuntura. Es lo que acostumbra a ocurrirles a los niños, que se dejan hacer al darse cuenta de que la sensación que les ocasiona la inserción de agujas es muy diferente a la que el temor les hacía imaginar.
De todas formas, hay quien se ha dejado operar varias veces, no tiene ningún miedo a pasar por quirófano, y en cambio manifiesta un temor cerval a las agujas. ¿Miedo a lo desconocido o confianza ciega en el orden establecido?
A veces la aprehensión está justificada, y puede tratarse de una aversión del cuerpo a lo que no le conviene. Y es que los tratamientos de acupuntura no siempre son adecuados; es muy fácil que la persona tenga razón, y necesite tratamientos con calor, y no con agujas. En los niños y personas muy sensibles, el tratamiento puede realizarse con los dedos.
No hay temer las agujas, más bien al contrario, las agujas suelen ser muy eficaces para tratar los ataques de pánico.
Las agujas homologadas por la CEE están esterilizadas, como el instrumental quirúrgico, y la mejor garantía es que sean de un solo uso, lo que elimina cualquier posibilidad de que transmitan enfermedades infecciosas.
De todas formas, las agujas en principio no entran en contacto con la sangre, o sea que esta eventualidad sería mínima. En China y Hong Kong, se utilizaban las mismas agujas para todos los pacientes, muchas veces sin esterilizar, únicamente desinfectadas dentro de un bote de cristal, que no solía estar muy limpio, con algodón y alcohol.
En Occidente, entre los primeros acupuntores, había quien salí al paso del riesgo de infección dando a los pacientes sus propias agujas, quienes se las llevaban a casa para desinfectarlas con agua hirviendo. En otros casos, el médico las esterilizaba a 180º. Está claro que lo mejor es tirarlas, y, además, con los años, pueden convertirse en un objeto decorativo. Actualmente en Occidente casi todos los acupuntores utilizan aguas de un solo uso, lo que elimina hasta la idea misma de contagio.
Dado que no hay contacto con la sangre, no hay ni un solo caso descrito en la literatura médica en el que el acupuntor haya transmitido una enfermedad suya al paciente, ni viceversa.
Debido a que no tiene ningún tipo de toxicidad, la acupuntura es un recurso terapéutico excelente en este estado. Al tratarse de un período en el que están contraindicados la mayor parte de los fármacos, la acupuntura es útil para sustituir los tratamientos farmacológicos de los trastornos crónicos que pueda padecer la mujer, y sobre todo para aquellos propios del embarazo, como las náuseas y vómitos de los primeros meses, u otros, como el ardor de estómago, los trastornos urinarios, el lumbago, los dolores dorsales y cervicales, la depresión o las piernas pesadas, que impiden disfrutar plenamente del estado de buena esperanza.
Sin embargo, una estimulación intensa de determinados puntos puede provocar la interrupción del embarazo durante las primeras semanas. No es propiamente un aborto, sino que provoca un vacío energético que impide la implantación del embrión. Por lo tanto, durante los tres primeros meses, o siempre que el embarazo sea deseado, hay que tener especial cuidado con el tipo de acupuntura, que debe ser de estímulos mínimos. Cualquier acupuntor bien preparado sabe qué puntos debe evitar.
También en este caso, en buenas manos, la acupuntura sólo puede ser beneficiosa, y es efectiva en casos de abortos repetidos. La alteración del curso del embarazo suele manifestarse en el pulso, y es posible corregir algunos trastornos antes de que perjudiquen al bebé.
La acupuntura ha contribuido a solucionar el problema de muchas parejas que no podían concebir. Es eficaz para la esterilidad tanto masculina, aumentando la producción y la vitalidad de los espermatozoides, como femenina, saneando el terreno en el que tiene que implantarse el embrión. Y eso ocurre de una forma natural, sin forzar el organismo.
Los anticoagulantes no son un impedimento. Los pinchazos rara vez sangran, ya que acostumbran a apartar los vasos a su paso y, cuando lo hacen, son sólo unas pocas gotas. No hay que perder de vista que los controles periódicos de la coagulación se realizan con agujas diez veces más gruesas.
Son metálicas, normalmente de acero inoxidable. También se fabrican de metales preciosos: oro, plata, platino… que tuvieron mucha aceptación hace unos años, como si el valor del metal influyese en la eficacia del tratamiento. Esto era a causa de la traducción literal de los textos clásicos, en los cuales las agujas de oro son una imagen metafórica de que su aplicación es tan valiosa como el más precioso de los metales.
La longitud va de 0,5 cm a 10-15 cm. Las hay hasta de medio metro, que se aplican en veterinaria para tratar a los caballos. El grosor aumenta proporcionalmente a la longitud.
Por regla general, de una a diez. Como es de suponer, la cantidad de agujas no es proporcional a la intensidad de los síntomas ni a la acción terapéutica. Más bien al contrario, demasiadas agujas disminuyen el efecto terapéutico, pues el exceso de estímulos desconcierta al cuerpo. En los casos agudos, por ejemplo, una única aguja inserida lejos del lugar dañado, puede resolver el problema.
Y a veces ninguna, ya que es preferible la aplicación del calor seco que irradia la moxa.
La mayor parte de los puntos de acupuntura -más de 700-, están descritos desde hace dos mil años, aunque algunos también se han añadido más tarde. Hay que ser muy preciso en su localización, especialmente cuanto más periférica, ya que en las extremidades los puntos están más delimitados. Se pueden buscar midiendo proporcionalmente a partir de los principales elementos anatómicos, o bien sintiendo con la yema de los dedos las pequeñas depresiones en la piel. También hay aparatos detectores que, al desplazarlos sobre la piel, emiten una señal sonora cuando pasan por un lugar de más baja resistencia eléctrica.
La elección de los puntos no se ajusta a normas fijas, sino que depende del conjunto. Por norma general, en las enfermedades crónicos las agujas se colocan cerca del lugar del trastorno, mientras que los agudos suelen responder mejor a los estímulos que vienen de lejos.
La profundidad depende del lugar donde esté situado el punto, y de la constitución del paciente. Normalmente, varía de uno a dos centímetros, pero puede ser más.
Las agujas no son el único medio para influir en las corrientes energéticas del cuerpo. Los puntos en los que estas corrientes son más accesibles se pueden estimular mediante la aplicación del calor que irradia la combustión de una planta seca, laartemisa sinenesis, calor que tiene la propiedad de penetrar profundamente la piel.
Literalmente, el carácter chiu, que se utiliza para describir la moxabustión, quiere decir quemar con un objeto incandescente. Muchas veces la acupuntura se combina con la moxabustión; es particularmente útil para calentar el sistema digestivo y para contrarrestar el frío y la humedad en el cuerpo.
La mayor parte de las afecciones que se encuentran fuera del campo de acción de la acupuntura son tan obvias que casi no merece la pena nombrarlas. A ningún malherido por accidente se le ocurriría pedir que le llevaran al acupuntor, tampoco en una emergencia médica o quirúrgica: a quien de repente se ahoga, a quien cae en estado de shock, a quien tiene un intenso dolor en el pecho o en la barriga… son situaciones que llevan al enfermo al hospital sin perder tiempo, que es donde tienen los medios para analizar y generalmente resolver el mal. Tampoco hay que esperar demasiado de la acupuntura en casos de enfermedades infecciosas graves, ni en la insuficiencia cardíaca congestiva: como es lógico, la medicina china resulta menos eficaz cuanto más avanzado está el mal.
Tampoco hay que perder tiempo con problemas localizados y fácilmente solucionables para la cirugía como son la hernia inguinal, los quistes sebáceos subcutáneos, o cuando se opacifica el cristalino.
Aunque en China se recorre a su materia médica para los tratamientos de los tumores, a nadie no se le puede ocurrir curar un cáncer con acupuntura. Todo y ser una excelente ayuda para superar este mal, la medicina china (acupuntura, moxas y sobre todo tónicos a base de hierbas) no puede ser más que un complemento, que a veces puede resultar decisivo.
De hecho hay circunstancias en las que la acupuntura se debe practicar con mucho tiento y sólo por manos expertas, como son las enfermedades consuntivas, en los estados de gran debilidad o en los primeros meses de embarazo.
Ya sea por falta de conocimientos, o porque la acupuntura no es el tratamiento adecuado, o también porque hay quien es refractario, entre un 5 y un 15% de personas, según diferentes acupuntores, no responden al tratamiento. Como los resultados se sienten en seguida, si en cinco sesiones no hay mejora, se demuestra que o bien el tratamiento será ineficaz, o bien se alargará tanto que quizá sería mejor buscar soluciones más acertadas. Con la excepción, claro está, de males como la recuperación de parálisis, que por su propia naturaleza evoluciona lentamente. Sin efectos secundarios tóxicos, que no sea efectiva es lo peor que puede pasar; una pérdida de tiempo, que por lo menos no resulta dañina.
La primera visita
Aparentemente, muy similar a la de un médico convencional: una persona que no se encuentra bien consulta a un profesional para que le ayude a recuperarse de un trastorno. Es una entrevista en el curso de la cual el médico llega a un diagnóstico y propone un tratamiento. En medicina china hay muchos estilos, pero en la actualidad se tiende a un cierto mimetismo con la medicina oficial.
La visita de un médico chino tradicional se solía hacer sin mesa separadora, en el rincón de una herboristería o, las familias acomodadas, en una conversación formal, tomando té en un salón. No había batas blancas ni ningún aparato; el médico chino no requiere ninguna ayuda tecnológica ni para diagnosticar ni para tratar.
La iniciativa de la conversación la tiene el paciente; el médico tomará nota de lo que diga, pero también de cómo lo diga, y se interesará por los antecedentes, tanto las enfermedades que ha sufrido como los tratamientos a que se haya sometido. Algunas de las preguntas pueden resultar sorprendentes porque, aparentemente, no tienen nada que ver con lo que ha motivado la consulta. Hay que tener en cuenta que el médico no establece el diagnóstico sólo con los principales síntomas, sino que está sobre todo atento a las condiciones en que éstos se presentan. Es decir, que en este tipo de consulta, la conversación suele girar más entorno al estado de salud en general, que no sobre la enfermedad en particular.
De todas formas, el médico escucha más que pregunta y, sobre todo, observa el movimiento, la expresión del rostro, el estado de las uñas, la lengua, etcétera. Pero no son ni la vista ni el oído el sentido más imprescindible, sino el tacto, especialmente para leer las ondas de los pulsos, principal medio de diagnóstico.
No esperen los consejos de siempre: no fume, tenga cuidado con las calorías, haga más ejercicio… es decir, no esperen oír lo que ya saben. Puede ser que el médico chino pregunte por hábitos que predisponen a ciertas patologías, como un exceso de chocolate, de dulces, de sal, de lácticos, fármacos… pero pocas veces le prohibirá nada, pues la salud no se consigue a base de eliminar factores de riesgo, sino creando las condiciones para que el paciente adopte, por sí mismo, el estilo de vida que más le conviene.
Tampoco hay que esperar que el médico se sorprenda de las peculiares manifestaciones de la enfermedad, ya que desde su punto de vista todo lo que ocurre es normal; si no, no ocurriría. Esto es así porque el proceso es inverso, y el referente de la medicina no son los libros, sino el propio paciente.
Por eso, no hay que privarse de explicar lo que realmente se siente o piensa sobre la enfermedad, ya que el médico chino nunca dirá que un determinado síntoma no tiene nada que ver con otro; todo entra dentro de un mismo mundo de relaciones. La medicina china no separa lo que considera significativo de lo que no, o de lo que entra dentro de las clasificaciones de la ciencia, sino que hace el diagnóstico a partir de lo que realmente hay.
Y, por último, no hay que esperar grandes explicaciones. En China, la población no tenía ningún interés en oír especulaciones sobre sus males, sino que exigía al médico que demostrara su arte en la práctica. Para quien quiera explicaciones, la medicina china está en franca inferioridad frente a la medicina oficial, porque la confianza no se la gana con palabras, sino con la eficacia del tratamiento, que es la más tranquilizante de las explicaciones.
Pero es sobre todo al terminar la visita que aparece la gran diferencia entre ambas consultas: en la medicina oficial cada día es más frecuente salir inquieto de la visita, ya sea por los prospectos de los fármacos recetados, o por quedar pendiente de unas pruebas de laboratorio o de una consulta con el especialista.
Esto, siempre y cuando el diagnóstico al que se haya llegado no sea alarmante por sí mismo; por su gravedad o porque se ponen de relieve aspectos del mal que no tienen remedio. El caso es que personas que se consideraban sanas salen de la consulta como enfermos crónicos.
En cambio, tanto en la primera sesión de acupuntura como en las siguientes, lo más frecuente es que el paciente salga mejor de como ha entrado: que sienta un alivio de los síntomas y un estado de ánimo más propicio para recuperarse, sea cual sea la naturaleza de la enfermedad.
Varía en cada caso; lo más usual en los trastornos de larga duración es que, poco o mucho, se note una mejora desde la primera sesión, pero hay quien siente más el efecto al día siguiente. Muchas veces, los síntomas reaparecen al cabo de unos días con menor intensidad, y van desapareciendo gradualmente a cada sesión. Excepcionalmente, los síntomas se acentúan para mejorar poco después.
Por lo que se refiere a los trastornos agudos, la respuesta suele ser muy rápida, a veces inmediata, y en otros casos, como en las parálisis, la recuperación es lenta.
En cualquier caso, antes de cada sesión el médico preguntará qué ha mejorado, qué no ha cambiado o si hay algo que haya empeorado. Aquí no hay protocolos, sino que los tratamientos se adaptan a la evolución de cada caso.
No hay que crearse expectativas y limitarse a constatar los cambios.
Sólo cosas buenas: es decir, un aligeramiento parcial o total del dolor u otros síntomas.
A parte del efecto sobre lo que ha motivado la visita, el paciente suele salir de una sesión de acupuntura en un estado de calma y bienestar, como si andara sobra algodones, o como si hubiera recibido una inyección de vitalidad. Esto es especialmente notable después de la primera visita, en la que, de pronto, se puede tener la impresión de reencontrar una sensación casi olvidada. Otras personas salen con un cierto cansancio, del que se recuperan en seguida.
En la medida de lo posible, hay que mantenerse en este estado de relajación, ya contribuirá a la estabilización de los cambios. En caso de reintegrarse en la actividad diaria, se estará más relajado y mejorará el rendimiento. De todas formas, después de una sesión es recomendable evitar las situaciones estresantes, tanto físicas como mentales, las comilonas, las farras y las emociones fuertes.
Esta reacción del primer tratamiento depende del estado previo: las personas que ya se encuentran bien y las que están muy enfermas suelen notarlo menos que las que simplemente están desajustadas. Aquí también, como siempre, hay muchas variantes.
Es poco frecuente. A no ser que se considere como tal esta sensación de cansancio, que puede durar unas horas, o a veces el resto del día.
No hay que preocuparse si se da una exacerbación de las molestias. No es usual, pero puede pasar después de la primera o la segunda sesión. No es mala señal; puede ser un despertar, una especie de activación necesaria para superar la enfermedad.
Cabe la posibilidad de sentir un leve mareo o desvanecimiento, similar al que se puede tener tras una extracción de sangre, que pasa al poco rato. De hecho, es tan raro que, en decenas de miles de tratamientos, sólo lo he visto en dos ocasiones, y en ambos casos las personas estaban en ayunas.
Una de las grandes ventajas de la acupuntura es la ausencia de efectos secundarios. En EE.UU., la FDA (Food and Drug Administration) ha realizado un seguimiento de los millones de casos tratados todos los años en manos de profesionales cualificados que utilizan material esterilizado (que es el único autorizado), y casi no se han descrito complicaciones, todas ellas sin importancia. Puede ser que aparezca un pequeño morado en el punto donde ha estado clavada la aguja, consecuencia de la extravasación de sangre en partes del cuerpo con mala circulación, o también en personas mayores; no da ninguna molestia y se reabsorbe, como todos los morados, al cabo de unos días.
Los efectos secundarios son todos saludables. Muchas veces aparece una mejora en trastornos que aparentemente no estaban relacionados: una persona con jaquecas puede sorprenderse del alivio de un estreñimiento pertinaz que ni siquiera había comentado al médico, u otra con ansiedad puede ver como dejan de molestarse las menstruaciones, o viceversa. El efecto secundario más notable es una mejora de la calidad del sueño y la claridad mental.
En principio, no. Al menos, sin consultar al médico. Dejar un tratamiento farmacológico uno mismo puede ser tan contraproducente como la automedicación.
Si el tratamiento es para el dolor, y se puede prescindir del analgésico, es mejor no tomarlo justo antes de la sesión.
Hay fármacos que no se pueden dejar de tomar, mientras que de otros, como los calmantes, puede reducirse la frecuencia de las tomas a medida que afloja el dolor. Hay algunos, como la cortisona, las hormonas, ciertos tranquilizantes, antidepresivos, etcétera, con los que hay que reducir la dosis con especial cuidado, para evitar el desagradable rebote. Algunos son más fáciles de dejar que otros, pero es importante que este proceso se haga también por prescripción facultativa.
Se suele decir que se necesita un mes de tratamiento por cada año que se ha estado enfermo. No obstante, el número de sesiones no depende sólo del trastorno, y de si es agudo o crónico, sino que también varía según la persona, la edad y, sobre todo, la vitalidad de que uno disfruta. Unos necesitarán una sola visita, y otros, más. La mayor parte de las enfermedades crónicas suelen requerir de cinco a quince sesiones. El límite lo establece la curación o la estabilidad de la mejora.
Los efectos de la acupuntura son acumulativos; cada tratamiento se erige sobre el anterior. Es un proceso. La acupuntura no hace más que estimular las capacidades de recuperación del propio cuerpo y, por lo tanto, unas personas responden más rápido que otras.
Un patrón bastante frecuente en los casos de enfermedades crónicas que requieren varias sesiones es una mejora durante los primeros dos o tres días, después de los cuales vuelven a manifestarse los síntomas, aunque cada vez con más suavidad.
Sea como fuere, hay que tener muy claro que, excepto en casos como la recuperación de las parálisis, hemiplejías, paraplejías, enfermedades degenerativas y otros trastornos que evolucionan muy lentamente, si en cuatro o cinco sesiones no hubiera mejoría, hay que considerar otras formas de abordar el problema.
La duración del tratamiento no depende tanto de la viveza de los síntomas como de la forma en que éstos se presentan: el trastorno que viene de golpe, por intenso que sea, puede desaparecer de golpe; los de inicios graduales, en cambio, suelen tardar más en mejorar. En esto también, la naturaleza late en forma de ondas. Un dolor de espalda que a duras penas deja llegar a la consulta del médico puede desaparecer en el curso de una sesión, mientras que una pequeña molestia en el hombro, que sólo aparece con ciertos movimientos, puede ser más difícil de erradicar.
La lógica de que cuánto más tiempo hace que se sufre la enfermedad más tardará en curarse tiene también muchas excepciones; se ven trastornos que han resistido a mil terapias, responder a la primera sesión, y otros muy recientes y aparentemente sencillos, que son difíciles de curar.
Por lo tanto, no hay que pedirle al médico chino que aventure un pronóstico; ustedes mismos podrán entreverlo según su respuesta al tratamiento.
Estamos muy lejos de los protocolos a los que nos tiene acostumbrados la medicina oficial. Las características del tratamiento de medicina china se establecen sobre la marcha.
Normalmente, la sesión en sí dura de veinte minutos a tres cuartos de hora. Es recomendable ir sin prisas, ya que éstas interfieren en el tratamiento.
En trastornos crónicos se suele requerir una visita por semana, mientras que en los agudos, especialmente si son muy dolorosos, más a menudo. El criterio es no permitir, en la medida de lo posible, que los síntomas vuelvan a aparecer con intensidad.
A medida que se va mejorando, las sesiones son menos necesarias, su frecuencia se va espaciando y, una vez restablecidas de la enfermedad, muchas personas aprecian una sesión mensual para mantener la salud.
Puede ser que la mejora iniciada continúe a un ritmo más lento, que se estabilice, o bien que retroceda poco a poco. Por eso, mientras haya mejora, es aconsejable no dejarlo.
Hay que dejar claro que lo único que hace la acupuntura es facilitar el proceso de restauración interna, mediante la eliminación de los bloqueos y la tonificación del organismo.
El resultado a largo plazo depende, una vez más, del tipo de trastorno: las jaquecas, por ejemplo, se van espaciando y cada vez son menos intensas, hasta que llegan a desaparecer para siempre. En cambio, un dolor causado por una articulación deformada por la artrosis puede requerir un nuevo tratamiento al cabo de un par de años.
Todas las buenas cosas de la vida dan ganas de repetir. El temor a las agujas se transforma fácilmente en placer, hasta el punto de que, después de recuperado del trastorno que motivó la consulta, a menudo se recurre a la acupuntura para relajarse y librarse de las tensiones de la vida cotidiana. Por eso, personas sometidas a estrés ambiental aprecian seguir con cierta periodicidad -normalmente una vez al mes-, un tratamiento que impide que el estrés afecte a su rendimiento, abortando así el círculo vicioso origen de gran parte de la patología de nuestro tiempo.
En definitiva, que no sólo no crea dependencia, sino que sanea los estados de ánimo que propician la aparición de las dependencias, y es además muy útil para tratar adicciones y síndromes de abstinencia. En Occidente, la acupuntura, precisamente, ha sido muy recurrida por quienes quieren dejar el hábito del tabaco, y para superar la ansiedad por la comida.
Es preferible llevar ropa confortable, suelta, que facilite el acceso a los puntos de acupuntura seleccionados. Dado que en buena parte de los tratamientos las agujas se plantan por debajo de los codos y las rodillas, si las mangas y los pernales son anchos, es posible que no haga falta quitarse ninguna prenda. Será suficiente con descalzarse y desprenderse de relojes, pulseras y otros objetos metálicos que rodeen una parte del cuerpo. Por ello, es mejor llevar pocos accesorios: maquillaje, joyas, collares, etcétera.
Es mejor no acudir con el estómago vacío, ni tampoco demasiado lleno, y es recomendable evitar los estimulantes y los medicamentos analgésicos de los que se pueda prescindir.
Es aconsejable, aunque no siempre habrá que consultarlo. En caso de dolor, las imágenes muestran lo que no se puede cambiar. Eso sólo tiene interés cuando se plantea la oportunidad de una solución quirúrgica, que no acostumbra a ser el caso, ya que precisamente lo que se pretende con la acupuntura es evitarla.
Las analíticas son un dato interesante en la medida en que permiten valorar el alcance de la afección y, aún más importante, seguir la evolución del problema. Hay que tener en cuenta que aunque los datos y las imágenes son las mismas, la visión del médico es distinta.
Hay que comunicarle todos los medicamentos que se estén tomando; mejor llevar los prospectos para que pueda adjuntarlos a la historia clínica y facilitar su consulta.